La piel que habito

Llevaba algún tiempo con esta película ahí en la recámara pero al tener como referencias amigos con críticas no muy positivas pues no me animaba a verla. Gracias a Dios que pasé de todos ellos y decidí darle a play una tranquila tarde de soledad en mi casa de campo.

Primeramente citar que el orden narrativo al principio puede liarte pues te sitúan en una situación muy definida y desarrollada y no sabes ni cómo ha llegado la chica ahí, ni porqué está encerrad ni porqué el doctor está así de loco.

Luego tienen el detalle de regresar atrás en el tiempo y se te explica toda la trama para que puedas hilarla con lo que estabas viendo antes, todo esto de una forma magistral.

El concepto que maneja toda la historia, aquello de cambiar a alguien por completo es algo fascinante que hasta que no llegas a cierto punto en la película, no eres consciente de lo magistralmente bien hecho y redactado que está.

Lo oscuro de la trama, lo misterioso de cada personaje, lo versátil de la actitud de cada uno de los participantes en la historia es algo que te cautiva y te engancha sin que te des cuenta.
Todo esto con aquella sensación de que estamos ante un Almodóvar más Almodóvar que nunca pesé a que este trabajo es muy diferente a lo acostumbrado por el director manchego pero sin perder ciertas señas de identidad que siempre le han caracterizado.

La banda sonora es de Oscar y te ambienta de forma magistral con una personalidad que recuerda a música de películas antiguas pero con un toque moderno. El violín domina la banda instrumental aportando sensación de angustia y nerviosismo en cada situación.

La recta final de la cinta es un mazazo sentimental que te destroza por dentro. La situación que se vive en los últimos minutos de la película dejaron a quien firma esta reseña con un sentimiento de pena y esperanza a partes iguales.

Lo mejor: El guión y la música sin dudas.
Lo peor: Algo liosa al principio pero que se resuelve al poco tiempo.

Nota: 7.5



1 comment

Anónimo | 13 de septiembre de 2012, 9:28

Banda Sonora buenísima, sí, de Alberto Iglesias.

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