Mi experiencia de terror. #ao2012

Todos estábamos deseando que llegara el día. Todos queríamos vivir la experiencia junto a los demás. La alerta OVNI 2012 estaba por llegar. La cita era a las 20.30 hrs. en el aparcamiento de un supermercado y con mi hermano al punto de encuentro me dirigí.
Muchas personas decían que iban a asistir para compartir la experiencia de mirar al cielo y esperar, con ilusión a que "algo" pasara.
Cuando llegamos al lugar vimos que no había nadie. Nadie. Era la hora señalada en el evento de FaceBook y sin embargo ni un alma. Sólo mi hermano y yo.
Por supuesto nuestras ganas de dirigirnos al acantilado de El Tajo no cayeron ni lo más mínimo y pensamos en partir inmediatamente pero pensamos en esperar unos minutos para ver si aparecía alguien. Afortunadamente apareció Manuel, la persona más indicada para este tipo de planes y actividades. Las risas y el buen ambiente estaban garantizados. Tras un cálido saludo partimos con muchas ganas hacia lo desconocido. No teníamos ni idea de lo que nos esperaba esa noche.

El camino hacia el acantilado es una experiencia increible de por sí así que decidimos caminar por el Parque Natural de forma relajada, paseando y contemplando la belleza natural que tenemos en este pueblo tan denostado por su propia gente, Barbate.

El Sol moría de forma digna y lenta sobre el acantilado dejando paso a un cielo de colores mágicos que hacían ver las infinitas posibilidades que este mundo nos da para ver el significado de la palabra "belleza".

Con paso firme pero sin prisas finalmente llegamos a nuestra meta: La Torre del Tajo. Vigilante sobre el acantilado y contemplando por un lado las lineas que definen Barbate y por otro lado la preciosa costa de Los Caños.

Tras un paseo de reconocimiento hicimos base en una zona del mirador, con el imponente Atlántico inundando cada sitio donde mirábamos. La bella tierra de Merruecos al fondo reposaba tranquilamente con luces costeras saludando en la lejanía. Barbate reposaba a nuestra izquierda y un accidentado acantilado bajo nuestros pies y a nuestra derecha nos recordaban el lugar donde estábamos en ese instante.

La luz fue menguando dejando paso a un juego de sombras cada segundo más inquietante donde las formas que nuestro cerebro inventara inevitablemente acabábamos viendo.
Cuando la oscuridad bañó cada rincón de tierra, cada rama de los pinos, cada piedra del camino, fue cuando nos dimos cuenta de lo intensa que sería esa noche.
Rápidamente nos dispusimos a mirar al cielo pues ese era el motivo de aquella aventura. Mirar arriba por si veíamos cosas que pudiéramos o no explicar. Todo eso mientras esperábamos que la voz de Iker Jiménez nos inundara con su halo de misterio y magia que tanto le caracteriza.

No tardamos en ver una luz que paseaba lentamente sobre nuestras cabezas. Iba demasiado lento para ser una estrella fugaz, su luz no parpadeaba, su velocidad cambiaba a intervalos, y nosotros allí, contemplándola como si un mago nos hipnotizara. Rápidamente quisimos twitearlo pero la red de internet a duras penas llegaba en un sitio tan apartado como aquel así que decidimos mientras lo seguiamos intentando, seguir mirando al firmamento.

Unos amigos decidieron unirse a nosotros y pusieron rumbo a nuestra base para pasar un rato juntos y así fue. Ya éramos seis personas y juntos hicimos fotos al cielo, exploramos cosas y rutas que antes no hicimos y lo más importante para la finalidad de esa noche: habían traído radio. Así podríamos oir a Iker sin la preocupación de que la radio por internet nos dejara colgados.

Finalmente comenzó Milenio3 y nuestras gargantas callaron a la vez para poder meternos en ese universo que sólo Iker y su equipo saben construir. Magia. La palabra para describir aquello era magia. Personas por todo el mundo estaban haciendo exactamente lo mismo que nosotros. Miles de personas vigilaban los cielos en todas partes del planeta y nosotros éramos seis personas colaborando con aquella actividad totalmente aislados y solos en la oscuridad de un acantilado a más de cien metros de altitud. No había una masa de personas, no éramos una multitud vigilante. Sólo éramos seis almas que buscaban una señal de que no estamos solos en este universo.
Los tres amigos que vinieron más tarde que nosotros acabaron marchándose al rato de comenzar el programa y allí quedamos mi hermano, mi amigo Manuel y yo, liado en dos toallas, tumbados en la tierra mirando al océano de estrellas con la voz de Iker recordándonos que la magia fluye en muchísimas direcciones y ámbitos. Aún quedaban cosas por sentir.

De repente, no sabemos aún porqué, nos sentimos observados. La sensación fue inquietante como nunca antes. Más aún tras ver en el cielo una luz muy potente que disminuía su intensidad de forma gradual sin perder velocidad y después de ver cómo parecía que nos sacaban una foto desde el cielo pues pudimos observar mi primo y yo, antes de que se marchara, un flash en el cielo de proporciones enormes.

La sensación de que estábamos siendo observados crecía a cada instante y los nervios se apoderaron de mi ser hasta tal punto de proponer que emprendiéramos la bajada al pueblo mientras seguíamos oyendo Milenio3. Mis compañeros aceptaron la propuesta y tras recojer las cosas sin perder esa sensación de ser vigilados la cual era cada segundo más intensa, tomamos el camino de vuelta. Un golpe seco, un golpe de tambor... oíamos exactamente eso sin saber exactamente de donde venían, nos envolvía ese sonido que no nos dejaba relajarnos en ningún momento.

El camino de vuelta fue de sensaciones intensísimas. Nadie se atrevía a mirar atrás, pues la oscuridad del camino podía ocultar figuras que realmente en nuestro interior no deseábamos ver, al menos de aquella forma.
Pude oír un golpe, un siseo, un sonido seco tras los arbustos y nadie me creyó hasta que sonó por segunda vez, de forma más intensa. Al volverme para preguntar a mi hermano si lo había oído pude ver su cara desencajada y sin necesidad de respuesta aceleramos el paso llegando casi a correr a través de la densa oscuridad y desamparo que nos daba el entorno en el que estábamos, antes bello lleno de luz y ahora terrorífico bañado en sombras.
Decidimos cambiar la ruta para desviarnos hacia la playa bajo el acantilado. De esa forma nos quitábamos mucho bosque y con ello mucha sensación de vigilancia.
Tras un breve paseo llegamos al pueblo. Una vez allí cada sentido nuestro se relajó y pudimos seguir oyendo, esta vez con más atención las experiencias que Iker seguía contando en su programa, ajeno completamente al terror que acababan de sentir tres oyentes minutos antes. Aunque realmente, esa era la idea inicial: sentir cosas, ver cosas, experimentar cosas.

Cuando llegamos a casa pude relajarme y una vez acostado analicé cada sentimiento y sensación sentida y pude darme cuenta de que aún encantándome el misterio, el terror, y todo lo relacionado con aquel mundo, sería incapaz, por ahora, de vivir determinadas situaciones que antes y aún ahora me encantaría vivir. Pude conocer mis límites.

Este relato es completamente real, sin ningún elemento extra ni nada parecido. Quiero dar las gracias al equipo de Iker Jiménez y Carmen Porter y a ellos personalmente también por darnos la oportunidad y la excusa de poder sentir y vivir experiencias como las de la pasada noche del 9 al 10 de junio.

Un abrazo a tod@s.

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